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Se ha llevado a cabo diferentes estudios sobre la educación remota, obligada por la pandemia, en especial el llevado a cabo por la UNESCO – CEPAL, presentado en agosto de 2020, ¨La educación en tiempos de la pandemia de COVID-19¨.

Los docentes han tenido que estar pendientes, de que los estudiantes tengan sus cámaras prendidas, de que tomen apuntes de clase, que sigan los procedimientos matemáticos de acuerdo a las directrices del profesor y que envíen evidencias para corroborar que es cierto, emulando los salones de clase presenciales, cómo lo hacían días antes del confinamiento obligatorio.

Se les ha pedido a los padres de familia, que se involucren en el día a día del colegio, para que verifiquen que sus hijos están obedeciendo las órdenes de los profesores.

Todo esto parece muy normal, para nosotros los estudiantes del milenio pasado, porque así fuimos educados, no importaba que se tuviera 17 años, las instrucciones tenían que seguirse al pie de la letra, los docentes eran MAESTROS, poseedores del conocimiento y desde su escritorio elevado, transmitían su conocimiento, en muchos de los casos, fuera de libro de texto, a los ALUMNOS que debían ser iluminados, luego la única forma de ¨atraparlo¨ era mediante la toma de apuntes, muchos de ellos inservibles, porque varios de los estudiantes no se entendían su propia letra, por eso la fotocopiadora, o mejor la ¨Xerox¨ de los apuntes del compañero con la mejor letra y lo suficientemente querido para prestarlos, eran la base de estudio, él decidía con lo que copiaba, lo que se aprendía.


La palabra internet, era más extraña que las ondas gravitacionales, predichas en 1915 por Albert Einstein, cuando afirmó que algunos de los procesos más destructivos que ocurren en el universo provocan ondas gravitacionales, fue solo en el 11 de febrero de 2016 cuando los científicos de LIGO, demostraron su existencia; pero volvamos a la educación del siglo pasado, esa pedagogía, nos ha traído al mundo en que vivimos, con sus grandes avances en tecnología, cómo las llamadas de larga distancia, ahora, locales en aplicaciones como el WhatsApp, definitivo en la educación remota, o el acceso al conocimiento humano en segundos, mediante un aparato, el IBM Simón, presentado en la feria tecnológica COMDEX, el 23 de noviembre de 1992, que ahora llamamos celular inteligente, aprovechando el avance exponencial de la World Wide Web, que se lanzó en octubre de 1990, por Tim Berners, aprovechando a la red de internet.

El conocimiento ya no es la base del trabajo docente, ya no hacen falta, libros, enciclopedias cómo la tan anhelada Británica de los 90, o bibliotecas, a donde ir para poder estar cerca del conocimiento, el internet y los recursos tecnológicos cómo celulares, Tablets, o computadores lo facilitan.

El maestro se transformó en profesor, donde su rol ha cambiado, dejó la disciplina, la obediencia ciega, pasó a ser un gran inspirador, un motivador, buscando hacer conexiones emocionales asertivas con cada uno de sus estudiantes, ahora, es una persona que conociendo lo que los estudiantes deben saber, presenta los contenidos de tal forma que los estudiantes, ya no alumnos, entiendan porqué aprenderlos y les propicie diferentes estrategias pedagógicas para los diferentes estilos de aprendizaje.

El educador del siglo XXI, en plena pandemia, prioriza las competencias y los valores que se han revelado como prioritarios, de acuerdo al estudio de la UNESCO – CEPAL: la solidaridad, el aprendizaje autónomo, el cuidado propio y de otros, las competencias socioemocionales, la salud y la resiliencia.

¿Dónde quedaron los apuntes del milenio pasado? Siguen siendo válidos para algunos estudiantes, de acuerdo a su forma particular de aprender, el otro gran rol de los profesores del siglo XXI, es ayudarle a los estudiantes a conocerse, a que descubran su método personal de aprendizaje, por ejemplo, para mí son muy importantes las imágenes con que presentan los contenidos, los colores, el orden gráfico, a veces olvido lo que dice el que presenta; para aprender, debo tomar apuntes, no porque luego los vaya a revisar, sino al hacer el ejercicio de escribir, determinó lo que es relevante para mí, en ese momento aprendo; rara vez vuelvo a mirar los apuntes, luego, prefiero ver una presentación, un mapa mental cognitivo o escuchar a un experto en el tema, aprovechando YouTube, no se me ocurre resaltar el libro, siento que lo daño, ya luego no quiero leerlo así.

Por otro lado, hay estudiantes que ¨escuchan¨, la voz es su principal sistema de adquisición de conocimientos, el tono, el volumen, la forma de decir las cosas son esenciales, estas personas no necesitan tomar apuntes, los distrae, los hace perder el hilo de las disertaciones.

Otros necesitan hacer algún tipo de actividad, laboratorio o ejercicio para poder adquirir conocimientos.

Entre más pronto una persona conozca su método de aprender, más competente será en los estudios y para seguir aprendiendo, ya sea en el trabajo o en su propia vida.

Es urgente que fomentemos la autonomía, más que obligar a tomar apuntes, subrayar o resaltar con colores eléctricos un libro, propiciamos que los estudiantes, nuestros hijos, aprendan cómo son, ese no es un proceso estático, pero es mandatorio empezar lo más pronto posible.

Los educadores no enseñamos, propiciamos que los estudiantes, los hijos, aprendan.

¿Estamos listos para asumir los nuevos roles en la educación?

 

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